«Amiguita Rica»
Me sorprendió la intensidad con que me miraba ella, su cabello rubio brillando bajo la luz tenue del local nocturno. Llevaba una blusa blanca que realzaba el contraste entre su piel luminosa y los oscuros detalles de mi cuerpo. No pude evitar fijarme en sus curvas esculpidas bajo la seda, cómo se movían con cada respiración como si invitara a mi vista a explorar cada rincón de ella.
La llamaban «Amiguita Rica», un nombre que en sí mismo era una invitación al placer. Y yo, atrapado por su mirada, sentí que no podía resistir la tentación de acercarme más, de tocar esa piel suave y cálida que parecía anhelar mi contacto.
Su sonrisa se convirtió en un susurro que me rozó el oído, un cuchicheo que me transmitió un mensaje claro: «Ven conmigo». Y sin pensarlo dos veces, me dejé llevar por la sensualidad que emanaba de ella. Nuestros cuerpos se fundieron en un baile de caricias y besos, nuestra pasión creciendo como una tormenta a medida que nos abandonábamos a la lujuria.
«Amiguita Rica», ese nombre que hasta ese momento había sido un simple epíteto, se convirtió en un himno a la sensualidad femenina. Y yo, atrapado por su encanto, no pude sino rendirme ante el placer que ella me brindaba. La pasión nos envolvió como una marea caliente, y en ese momento, solo existíamos nosotros dos, perdidos en un mar de deseo.
